Por: La Vanguardia Española. Hemeroteca.
EL 18 de enero de 1867 nace en Matapa, denominada Chocuyos y hoy Ciudad Darío, del departamento de Metalga (Nicaragua), Félix Rubén García Sarmiento. Es hijo de Rosa Sarmiento y Manuel García, tendero, de vida licenciosa, que obliga a la esposa, primero, a distanciarse de él y, más tarde, a huir a Honduras con su hijo.
De allí arranca al niño del ambiente poco ejemplar en que desarrolla su vida la madre, el coronel don Félix Ramírez Madregil, que lo lleva con él a León y en unión de su esposa, doña Bernarda Mayorga, ascendiente de Rubén, se constituyen en «abuelos» del niño, cuidando de su crecimiento y educación.
El niño a los 4 años ya sabe leer y a los 5, en su escolaridad primaria, escribe sus primeros versos; a los 10, -redacta sin equivocarse en el ritmo ni en la medida, siendo su primer soneto «La Fe» que, como alumno de los padres jesuítas, lee en un festejo escolar.
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BREVE BIOGRAFÍA ANECDÓTICA DEL POETA
El 18 de enero de 1867 nace en Matapa, denominada Chocuyos y hoy Ciudad Darío, del departamento de Metalga (Nicaragua), Félix Rubén García Sarmiento. Es hijo de Rosa Sarmiento y Manuel García, tendero, de vida licenciosa, que obliga a la esposa, primero, a distanciarse de él y, más tarde, a huir a Honduras con su hijo. De allí arranca al niño del ambiente poco ejemplar en que desarrolla su vida la madre, el coronel don Félix Ramírez Madregil, que lo lleva con él a León y en unión de su esposa, doña Bernarda Mayorga, ascendiente de Rubén, se constituyen en «abuelos» del niño, cuidando de su crecimiento y educación. El niño a los 4 años ya sabe leer y a los 5, en su escolaridad primaria, escribe sus primeros versos; a los 10, -redacta sin equivocarse en el ritmo ni en la medida, siendo su primer soneto «La Fe» que, como alumno de los padres jesuítas, lee en un festejo escolar.
Muere el coronel Ramírez y doña Bernarda queda en situación angustiosa. Rubén entra de aprendiz de sastre par» ayudar a los gastos de la casa y luego, de empleado en la Biblioteca Nacional, donde absorbe todos los libros que puede. En los dos sitios está poco tiempo, porque su pasión literaria le arrastra y, como encuentra amigos y admiradores que fomentan su inclinación, desoye todas las recriminaciones y consejos de doña Bernarda, iniciando a los 16 años una vida bohemia, de desorden y alcoholismo, que ha de llevar consigo hasta la muerte. A ello contribuye su primer gran triunfo con la «Oda a Bolívar», con que la República del Salvador le premia con motivo de una fiesta nacional. Con el dinero que le entregan del premio, Rubén realiza la primera anécdota de su pintoresca vida: En el mejor hotel de la capital ofrece un banquete solemne y comentado por la prensa a Hornero, Piftdaro, Virgilio y Cervantes. Como sus invitados, naturalmente, no acuden a la cita, Rubén brindando por ellos consume los cinco cubiertos y bebe como si fueran veinte más los invitados.
Va a Chile y recoje su impresión al ver entrar en mansiones señoriales a los poderosos y salir de chozas y tabucos a los desheredados de la fortuna, en una composición —«La canción del oro»— que acaba de atraerle la atención del mundo intelectual hasta el punto de que, cuando más tarde publica so primer libro, «Rimas», don Juan Valera, insigne novelista y severo crítico de Madrid, acusa su presencia con elogio. Es el primer contacto de Rubén Darío con España; lúego ha de tener muchos otros y de todas clases, pero corresponde a la atención escribiendo en Valparaíso, «El salmo de la pluma», dedicado a «España,. Madre Patria». Espíritu inquietísimo salta a Guatemala donde escribe «Azul», siendo director del diario «La Unión» que pronto deja para
visitar Europa. Desembarca en Santander (1882) y conoce a don Marcelino Menéndez Pelayo que le da cartas de presentación para sus amigos de Madrid, adonde Rubén va como agregado a la Legación de su país. En Madrid pronto se hace popular entre la gente. Desde la reina Cristina que le recibe con agrado, y Cánovas del Castillo —jefe del Gobierno— que_ lo invita a su casa, hasta los más bajos fondos de la Corte escuchan sus versos improvisados la mayoría en plena orgía
alcohólica y erótica.
Llega al fin su deseada colaboración en «La Nación» de Buenos Aires que le asegura un relativo equilibrio financiero en su desordenado vivir, y sale para la capital porteña llamado por el dueño del importante diario que es el general Mitre. El viaje lo hace por París —donde conoce e intima con Paul Verlaine— y New York cuya plebeyez le horripila. Llega a Buenos Aires enfermo y lo hospitalizan en el sanatorio de Martín-García próximo a la ciudad. Esta, va a celebrar el 25 de marzo la fiesta de la Independencia y «La Nación» al preparar un número extraordinario encarga a Rubén la página poética. Y en el sanatorio, enfermo, decaído bajo el tormento de una cirrosis ¡hepática, que avanza siniestramente, este genio de excepción escribe la mejor poesía de su vida, la que ha dado la vuelta al mundo entre asombros y laureles: La «Marcha Triunfal». Algo repuesto de su dolencia, el general Mitre lo manda a España como corresponsal a raíz de la pérdida de las colonias y el 22 de diciembre de 1898 desembarca en Barcelona donde a poco es íntimo amigo de Santiago Rusiñol y de Pompeyo Gener entre otros muchos bohemios de nombradía. A Rusiñol en un banquete que se celebra en su honor le dice:
Gloria al gran catalán que hizo a la [luz sumisa
—jardinero de ideal, jardinero de sol—
¡Y al pincel y a la pluma, y a la barba [y a la risa
conque nos hace alegre la vida Ru[siñol!
Con Pompeyo Gener no es tan poético. Paseando por las ramblas le dice un día «Oye Peyus. Quiero ir a Mallorca y no tengo dinero.. Si te giro una letra ¿la pagarás?» Pompeyo Gener muy serio le contesta: ¡(Desde luego. No siendo superior a dos pesetas, la pagaré con mucho gusto.»
En Madrid su creciente fama le crea pequeños enemigos. Entonces escribe su «Cyrano en España» donde usando el viejo metro poético no visto entonces, crea al mismo tiempo una escuela nueva. Su escuela que merece estudio aparte. Su libro «Paz en la guerra» le une a Miguel de Unamuno ferviente admirador de las «Prosas profanas» de Rubén, con el que ha cruzado copiosa correspondencia. «La Nación» le envía luego a París con motivo de la Exposición de 1900 y luego a Italia donde Roma celebra el Año Santo. De todo
ello relata sus impresiones en crónicas que han quedado como modelos magistrales. Vuelve a París, y la editora «Garnier hermanos», le publica «La caravana pasa». V vuelve a Nicaragua que le hace un recibimiento apoteósico. Enseguida zarpa para Barcelona que le encanta. Aquí vive sucesivamente en Boquería, 22, adonde le lleva Gómez-Carrillo, el próximo esposo de Raquel Meller y después se instala en Tiziano, 16, en una casita encantadora a donde lleva a su mujer, Francisca Sánchez —con la que se casó en Madrid— y su hijo Rubén, intentando formar un hogar que su destino no permite que tenga nunca. De esa casita sale un poco engañado por amigos patriotas que quieren realizar una campaña de pacifismo en Centro-América cuando el mundo se prepara para una guerra terrible. La campaña no da fruto. Vuelve a París llamado para fundar la revista «Mundial», que adquiere fama universal y que para darle publicidad recorre con los editores, hermanos Guido, Europa y América.
Al volver a París después de esa gira, y reanudar su vida desorbitada empeora gravemente en sus dolencias y en 1914 vuelve a Barcelona al lado de su mujer y del hijo. Pero el mal no tiene remedio y quiere morir en su Patria. Salen todos para Guatemala. Allí encuentra a su segunda esposa Rosa Murillo —con la que lo casaron a la fuerza abusando de su estado de
embriagadez— y esta mujer lo lleva a Nicaragua sintiéndose ya viuda ilustre. En plena fiebre ha escrito el maravilloso «Canto a la Argentina», «Palas Atenea» y en la cartuja de Valldemosa donde por fin pudo pasar una temporada de ascetismo relativo en casa de los señores de Sureda dejó sin terminar «Oro de Mallorca», capítulos autobiográficos que quedaron inéditos.
Por fin llega a su pueblo, León, y el 6 de febrero de 1916 entrega su alma a Dios después de solicitar humildemente el perdón de sus pecados ante el obispo de la diócesis que acude presuroso a su llamamiento. Quedan fuera de esta nota muchas cosas y muchos detalles de la vida extraordinaria de Rubén Darío. Ni caben en un trabajo periodístico, ni muchas
facetas de ella —de su vida— aportarían al lector más que algún desengaño ante el hombre y mucha compasión para los suyos. Prefiero presentar sólo al poeta maravilloso a cuya existencia puede aplicarse la emoción con que él mismo cantó una noche serena y tropical;
Góndola de alabastro
bogando en el azul, la Luna avanza y hay en la dulce palidez del astro como mezcla de ensueño y esperanza.
Y así fue toda su vida fantástica, desordenada, pecadora pero grandiosamente ilusionada, como la góndola de alabastro.
P.V.S.-J.

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